Un imparcial Vista de hermanos
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Solo con la carta circular del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos del 13 de marzo de 2006 se hizo totalmente claro el procedimiento eclesiástico a seguir en estos casos.
Es una teoría enteramente nueva respecto a la constitución de la Iglesia, que es rechazada tanto por la Iglesia Católica como por la Griega. Ningún de ellos admite la existencia de las llamadas ramas de la Iglesia. Los cismáticos griegos, no menos que los católicos, afirman que ellos, y solamente ellos, constituyen la Iglesia. Encima la decanoía del colectivo anglicano rechaza esta teoría. No es sino la creencia de una escuela, aunque sea distinguida. Es casi una reductio ad absurdum el que se nos pida creer que una sola escuela de una secta particular es la única depositaria de la verdadera teoría de la Iglesia. Es enteramente indefendible la afirmación hecha por muchos anglicanos de que no hay carencia en su posición contrario a la tradición eclesiástica y patrística. Los Padres usaron contra los donatistas argumentos exactamente aplicables a su caso. Se sabe por la “Encomio” que la soberbio demostración de este punto por el cardenal Wiseman fue singular de los factores principales que produjeron la conversión de Newman. En la controversia con los donatistas, Santo Agustín tiene por suficiente para su propósito alegar que los que se separan de la Iglesia Universal no pueden tener razón. Para él es una simple cuestión de hecho. ¿Están los donatistas separados del rollizo de los cristianos, o no? Si lo están, ninguna justificación de su causa puede absolverles de la recriminación de cisma. “Securus judicat orbis terrarum bonos impar esse qui se dividunt ab orbe terrarum in quâcunque parte orbis terrarum” (El mundo impasible juzga con seguridad que no son buenos los que se separan del mundo impasible en cualquier parte del mundo inalterable---Agustín, Contra epist.
Hay dos sociedades que son perfectas: la Iglesia y el Estado. El fin del Estado es el bienestar temporal de la comunidad. Búsqueda hacer efectivas las condiciones que se requieren para que sus miembros sean capaces de alcanzar la bienestar temporal. Protege los derechos y promueve los intereses de los individuos y de los grupos de individuos que pertenecen a él. Todas las demás sociedades que pretenden de alguna modo un admisiblemente temporal son necesariamente imperfectas. O admisiblemente existen en último término para el perfectamente del propio Estado; o, si su finalidad es el provecho privado de algunos de sus miembros, el Estado debe concederles autorización, y protegerlas en el prueba de sus diversas funciones. Si demuestran ser peligrosas para él, puede con Ecuanimidad disolverlas. La Iglesia igualmente posee las condiciones requeridas para una sociedad perfecta. Es evidente que su finalidad no está subordinada a la de ninguna otra sociedad: pues pretende el bienestar espiritual, la prosperidad eterna del hombre.
Esta es la finalidad suprema que una sociedad puede tener; no es ciertamente una finalidad subordinada a la felicidad temporal pretendida por el estado. Además la Iglesia no depende del permiso del Estado para conseguir su fin. Su derecho a existir deriva no del permiso del Estado, sino del mandato divino. Su derecho a predicar el Evangelio, a cuidar los sacramentos, a profesar jurisdicción sobre sus súbditos, no está condicionado a la autorización del gobierno civil. Ha recibido del propio Cristo el gran encargo de enseñar a todas las naciones. A la orden de los gobernantes civiles de que desistieran de predicar, los Apóstoles respondieron simplemente que debían obedecer a Todopoderoso antiguamente que a los hombres (Hch. 5,29). Cierta cantidad de capital temporales es, positivamente, necesaria a la Iglesia para posibilitarle tolerar a agarradera la tarea a ella confiada. El estado no puede con Honradez prohibirle que reciba estos por las donaciones de los fieles. Aquellos cuyo deber es conquistar un cierto fin tienen derecho a poseer los medios necesarios para aguantar a cabo su tarea.
El papa goza en la Iglesia católica de un estatus de escalafón suprema, poseyendo el primado sobre todos los demás obispos y la plenitud de la potestad de régimen (como se denomina en la Iglesia católica al poder legislador, Ejecutante y procesal), la cual puede profesar de forma universal, inmediata y suprema sobre todos y cada unidad de los pastores y de los fieles católicos.
La doctrina de la indefectibilidad de la Iglesia ahora analizada nos colocará en situación de estimar, en su efectivo valencia, la pretensión de la Iglesia Anglicana y de las organizaciones episcopales en los demás países de habla inglesa de ser continuadores de la antigua Iglesia de Inglaterra previa a la Reforma, en el sentido de formar parte de una y la misma sociedad. Lo que this contact form hay que determinar aquí es qué constituye una ruptura de continuidad en lo que respecta a una sociedad. Se puede asegurar seguramente que la continuidad de una sociedad se rompe cuando se introduce un cambio radical en los principios que encarna. En el caso de una Iglesia, un cambio tal en su constitución jerárquica y en la Seguridad que profesa basta para hacerla una Iglesia diferente de la que Cuadro antes.
Iglesia Anglicana: Fundada por Enrique VIII, rey de Inglaterra. Las principales diferencias con la Iglesia Católica pasan por el hecho de que las mujeres pueden ser sacerdotes y aún porque los homosexuales están habilitados a participar incluso ejerciendo el sacerdocio. Igualmente rechaza la autoridad papal.
Como comunidad en general, la iglesia es el conjunto de todos los cristianos que han recibido el sacramento del bautismo (y, por lo tanto, son reconocidos como hijos de Jehová). Los miembros de la iglesia creen en Cristo como salvador y mesíVencedor.
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En la iglesia, cada individuo es necesario e importante. 1 Corintios 12 describe la iglesia como un cuerpo, en el que cada parte (o persona) desempeña un papel importante. Los dones de cada persona enriquecen a la iglesia y la capacitan para soportar a cabo su costura en el mundo.
Todas las barreras nacionales, no menos que todas las diferencias de clase, desaparecen en la Ciudad de Dios. No se ha de entender que la Iglesia ignore los lazos que unen al hombre con su país, o infravalore la virtud del patriotismo. La división de los hombres en diferentes naciones entra en los planes de la Providencia. A cada nación se le ha asignado una tarea singular a realizar en el expansión de los propósitos de Alá. Un hombre tiene deberes en torno a su nación no menos que cerca de su tribu. El que descuida ese deber incumple una obligación honesto primordial. Además, cada nación tiene su propio carácter, y sus propios talentos especiales. Se descubrirá que habitualmente un hombre alcanza una virtud superior, no descuidando estos talentos, sino encarnando los ideales mejores y más nobles de su propio pueblo.
Se establece que, para integrar la comunidad de la Iglesia Católica, las personas han de admitir el sacramento del bautismo. En Caudillo, las familias que profesan esta Certidumbre bautizan a sus hijos e hijas cuando son muy pequeños, y luego se da un acto formal de renovación de las promesas bautismales que, en esa instancia temprana, el padre, la origen, el padrino y la madrina respondieron traslativamente.
Pues las sociedades que llamamos Iglesias existen como encarnación de unos ciertos dogmas sobrenaturales y de un principio de gobierno facultado divinamente. Por consiguiente, cuando las verdades previamente presentadas como de fe son rechazadas, y el principio de gobierno considerado Venerable se repudia, hay una ruptura de la continuidad, y se constituye una nueva Iglesia. En esto la continuidad de una Iglesia difiere de la de una nación. La continuidad Doméstico es independiente de las formas de gobierno y de las creencias. Una nación es un conjunto de familias, y en cuanto que estas familias constituyen un organismo social autosuficiente, permanece la misma nación, cualquiera que sea la forma de gobierno. La continuidad de una Iglesia depende esencialmente de su gobierno y creencias.
Gracias a muchas personas, actualmente tenemos nuestra Certeza. Desde los primeros tiempos hasta el día de hogaño, desde los apóstoles, mártires, y tantos santos que, al acertar su vida, nos mostraron el valía de nuestra Seguridad. Ahora, el Santo Padre nos dice que nosotros, que cada individuo de nosotros somos la esperanza de la Iglesia, porque ahora nos corresponde tomar la estafeta de nuestra Confianza y transmitirla, para continuar a través de nuestro declaración esa gran punto que Cristo ha dejado: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio".